
Cuarto. Un esquinado sentido del humor, entre lo absurdo (lynchiano) y lo surrealista (buñueliano), que recorre toda la película y supone la mayor diferencia con respecto a sus modelos austriacos, incapaces de proporcionar al espectador algo parecido a una sonrisita. Quinto. Una puesta en escena deslumbrante, por lo soleado de la fotografía y por su fuerza metafórica al enfrentarla al drama que se desarrolla bajo tanta intensidad lumínica. Un desfile de planos fijos, largos e inertes, que sólo se desestabilizan cuando el orden empieza a resquebrajarse, a romperse como los caninos de su protagonista. Y sexto. Un atracón de excentricidad que, a ratos, puede resultar bastante indigesto. Si sumamos todo obtenemos un resultado: la propuesta más marciana, sugestiva y estimulante de la temporada.
Lo mejor: Su (deslumbrante) puesta en escena
Lo peor: Se pasa de excéntrica.
La secuencia: La rotura del canino frente al espejo.
En una palabra: Marciana
Valoración: 7 /10 ***
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